Sucede hoy en Costa Rica y en cualquier otro lugar del mundo, es una realidad que NO PUEDE OCULTARSE. Niños y niñas son criados por ‘dos papás’ o ‘dos mamás’, en HOGARES DE PAREJAS homosexuales.
Se identifican como “tíos” frente a desconocidos, pero en la intimidad de su casa, ambos se comportan, con la mayor libertad, como los papás de una parejita, de cinco y diez años.
Es una forma de protección; no para ellos, que tienen muy clara su condición de gais y están acostumbrados a que les arruguen la cara y murmuren a sus espaldas. Lo hacen para proteger a sus hijos. No quieren que enfrenten las mismas burlas y el desprecio que les ha curtido a ellos la piel a punta de golpes y reveses recibidos de los otros.
Esta es la historia diaria de Luis y Santiago, una pareja de homosexuales que convive desde hace una década. La mitad de ese tiempo, han asumido la paternidad de dos menores abandonados por sus padres, dos jóvenes heterosexuales.
Llevan nombres ficticios porque así lo pidieron. Le tienen miedo a la intolerancia y a la falta de respeto que puedan sufrir sus pequeños por ser hijos de quienes son. Esta aprensión es más poderosa que su deseo personal de reclamar el derecho a tener una familia como la tienen “todos los demás”.
“Si a mí me preguntás si soy gay, yo lo reconozco. Pero la situación es diferente porque debo tener mucho cuidado con los chicos. A ellos, yo se los diré en su momento; por ahora son muy pequeños”, explica Luis.
(Tomado de: http://www.nacion.com)
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